3 kilos de errores

El lunes fui a pesarme. Llevaba sin hacerlo desde que volví de vacaciones de Navidad. ¿Resultado? 3 kilos más, cosa que ya intuía, pero que mientras no me lo gritase la máquina de la farmacia, me resistía a creer.

Mi primera reacción, como casi siempre que me ocurre algo así, es permitirme unas horas de drama intenso y reírme de mí misma y de mis kilos con mi familia y amigos. Incluso les permití que durante ese día me llamaran Lorcita, pero luego había que reflexionar y pensar ¿por qué he llegado a este punto?

Antes de que me salga el gracioso de turno diciendo que ha sido un problema de no cerrar el pico, le diré que obviamente es así. Pero todo tiene un trasfondo profundo, una cara B.

Me han ascendido en el trabajo, no ha sido una cosa de un día para otro, si no que se han tomado su tiempo y me han hecho sufrir, estresarme y pasar unas pocas más de horas de las que tocaban en el trabajo y/o pensando en el trabajo. Eso se ha traducido en ansiedad que yo he transformado en: “Como he tenido un día de mierda, me merezco unos buenos macarrones con chorizo, o alguna chuche, o me pasaba con alguna otra cosa que era mala para mí, porque joder, día malo y comer verde… como que no.

Consecuencia de todo lo anterior, es que mi tiempo libre se ha visto reducido, me he movido menos y he flojeado más, por lo cual he sumado calorías y he reducido la quema de las mismas. Ojo, esto no significa que haya dejado de hacer deporte, lo que he dejado es de hacer pequeñas cosas, que parecen una tontería pero que a lo largo del día suman, como ir andando al metro.

Hasta este punto todos me comprendéis y puede que incluso me justifiquéis con frases como “es normal que te pasen estas cosas en los momentos de ansiedad”, “a veces hay que priorizar el trabajo y pasa esto”, etc, etc… Pues bien, os lo voy a decir bien alto y claro: Y UN MOJÓN. LA CULPA ES SOLO MÍA.

Si estoy bien o mal en el trabajo, si dejo que las cosas me afecten más o menos, si priorizo cosas que no son importantes, si decido comer alimentos que sé que no me hacen bien o en cantidades que no son buenas, si me autoconvenzo para quedarme en casa a descansar en vez de salir a dar una caminata, si me digo: como he tenido un mal día me merezco meterme mierda en el cuerpo (mierda me refiero dulces, embutidos, fritos, etc… que yo la drogas ni de cerca)… Todo eso es consecuencia de decisiones que yo tomo, malas, pésimas decisiones, decisiones de idiota, porque no nos engañemos siempre que hacemos algo que sabemos que es malo para nosotros, inteligentes no somos.

No hay nada más importante que nosotros mismos. Somos lo que pensamos y lo que hacemos. Pero no somos un trabajo, no somos lo que llevamos ni cómo lo llevamos, no somos un número, ni un peso, somos lo que decidimos. Y yo había decidido dejar que la incertidumbre, la gente del trabajo y los problemas (unos problemas de mierda, todo hay que decirlo), me acompañasen a la hora de dormir, había decidido coger más el coche de lo que debía y sentarme más en el sofá de lo que mi cuerpo se merecía y había decidido atiborrarlo de cosas que eran basurilla.

¿Conclusión? Además de lorzona, soy tonta. Ummm no voy a rebatir este punto, pero como no me gusta recrearme en lo malo, vamos a quedarnos con que una vez reconocida la culpa, solo queda poner la solución y en ello estoy. No solo con la comida, si no con todo lo demás. Ya os iré contando mis avances.

Así que la próxima vez que os sorprendáis a vosotros mismos con un: “Es que…” pensad en qué medida, ese “es que” es responsabilidad vuestra y actuad.

Bonita parrafada de reflexión, ¿verdad?

Nos leemos Impares!

By Impar

1 Comment

  1. Susana

    Hecha está la reflexión y escrita queda. Ahora, a retomar tus rutinas y buenos hábitos y disfrutar de los alimentos (que no productos alimentarios) y de tu ascenso. Brindo por él y por ti. Un abrazo.

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