La normalidad

Ayer leí un artículo de una de mis bloggers y youtubers favoritas, Aishawari, que se llamaba “Las pautas que marca la sociedad”. Habla sobre los modelos preestablecidos por la sociedad y la gente que se sale de ellos. Me sentí muy identificada. Tras pasar los treinta, tendría que estar ya casada y con al menos un hijo, pero no. Y no me pesa, me gusta mi vida, porque soy yo la que la decide día a día.

Nos encanta prejuzgar a los demás, pensar que sabemos cómo son solo por lo que tienen o aparentan ser y nos encanta criticarlos con los que son similares a nuestra normalidad para sentirnos mejor.  Como diría uno de mis compañeros, “en este país se folla poco”. O mi versión, “éste hace tiempo que no se toma un buen plato de croquetas”. Reconozco que el criticoneo es difícil de combatir, siempre está en mi lista de propósitos de año nuevo y siempre es el primero que abandono. No puedo estar en el metro, ver unas bragas de leopardo sobre un pantalón blanco demasiado transparente, y no comentarlo con alguien al llegar al trabajo, es superior a mí.

Nadie es mejor por tener o no tener pareja, por formar o no una familia. Creo firmemente que la felicidad nace en uno mismo, puedes haberte casado con un “buen hombre/mujer de una familia estupenda”, tener hijos y aún así, sentirte sólo. El enfoque que le das a las cosas, cómo te trates a ti mismo, el aprender a estar bien contigo, es lo que determina lo feliz,  amado o solo que puedas llegar a sentirte.

Hay una palabra que odio y amo por partes iguales,  es la palabra “normal”. Hay que ser una persona normal, tener una familia normal, aspiraciones normales, sueños normales. ¿Quién se paró un día a decir que era lo que se debía considerarse normal? Seguro que no fue el más normal de la clase, sino el que más taritas tenía, siempre son ellos los que marcan las normas.

Sin embargo, también se necesita la normalidad, pero no como sinónimo de estandarización, sino de simplicidad, menos es más.  Para mi las cosas normales son las que fluyen sin más, las que no hay que remover ni adornar innecesariamente. Las mejores cosas, relaciones y momentos son así. Los personas impares también.

Nos vemos!!

 

Fotografía: unsplash.com

 

By Impar

1 Comment

  1. Niña diferente

    Curiosamente, eso de “menos es más” se ha vuelto mi máxima en los últimos meses. Apostar por una vida sencilla no significa renunciar a tus objetivos y, ni mucho menos, caer en la mediocridad que muchos identifican con la normalidad de la que hablas.

    Me considero feliz. Lo soy con mi pareja. Pero mi felicidad la construyo yo misma cada día y tengo la certeza de que, si esa unión se rompe algún día, seguiría siéndolo o volvería a serlo. Y es que la felicidad empieza en uno mismo, aunque luego se proyecte en la relación con las personas de nuestro entorno (familia, pareja, amigos,…). Puedes ser feliz con o sin pareja, con o sin hijos. Lo triste es ver que hay personas que supeditan su propia felicidad a otra persona (cuántos hay que necesitan estar con alguien, aunque sea una relación tóxica) o consideran su vida incompleta si no siguen los estándares viejunos que arriba describes.

    Ya está bien. La espiral trabajo estable-matrimonio-hijos es rancia y no es garantía de felicidad. Respetar cada opción de vida y que la nuestra sea conforme a nuestros deseos es sencillo. Basta ya de criticar y valorar vidas ajenas.

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