El miedo a lo diferente

Estoy en mi terraza, escuchando una playlist de Spotify de Camilo Sesto, un poco por nostalgia, por la noticia de su muerte, por mi infancia, por los ratos en el coche de mi padre escuchando su cinta, por lo mucho que les gustaba a mis tías. Era su Nick Carter.

Es bonito a veces recordar otras épocas, todo parece más sencillo, el amor más de verdad, más apasionado y sincero, también más doloroso. Pero volviendo al presente, os quiero contar una experiencia que he tenido esta semana.

He estado 5 días trabajando en Suiza, con compañeros de diferentes países. Suiza, el país del chocolate y el queso, con uno de los mejores niveles de vida y según algunas encuestas de felicidad. Donde lo más tradicional se entremezcla con el más sofisticado mercado financiero y de capitales. Donde no te esperas que hagan chistes machistas o que te juzguen más allá de por tu trabajo.

Pues no. En 5 ocasiones me preguntaron que si quería tener hijos, o qué cuando me iba a animar, por supuesto personas que no tienen ni idea de mi vida privada, pero que claro una chica joven, trabajadora y sin hijos no les cuadra. Pero el mejor comentario de todos, fue el de un chico que después de preguntarme y de responderle que no sabía cuándo pasaría ese momento o si pasaría algún día, me dice, “la hermana de mi mujer no ha querido tener hijos y también es feliz”.

También es feliz. Como si las mujeres tuviéramos impedida la capacidad de ser felices si no tenemos hijos. No le respondí, no tiene sentido, los años de soltería y ausencia de hijos me han demostrado que realmente no es pena lo que sienten por mí, sino miedo. Cuando alguien amenaza con su comportamiento las normas sociales establecidas, el grupo que las sigue se revuelve porque surge la duda, ¿soy feliz así?¿lo he hecho bien o me he equivocado?. Así que simplemente no respondo, pero si quiero dejar algo claro.

El que no es feliz con lo que tiene, nunca será feliz con lo que le falta. Si una mujer o un hombre no son capaces de ser felices por sí mismos, no lo serán casándose, comprando un chalet en las afueras, un volvo o teniendo hijos. Y eso es lo que asusta al rebaño, que yo, sin casarme, sin chalet o hipoteca y con un mini coche, soy una persona muy feliz, que se siente realizada y muy afortunada y agradecida con todo lo que ha conseguido y le ha dado la vida.

Con esto no quiero decir que esté en contra del matrimonio o del tener hijos, nada más lejos de la realidad. El amor es el mejor de los sentimientos. Estar enamorado es lo mejor que te puede pasar en la vida. Y tener hijos, si además estás enamorada de tu pareja, no importa sin son propios o adoptados, tiene que ser un sentimiento tan inmenso que por mucho que se hable de él, nunca podrá ser descrito con palabras. No estoy en contra del modelo tradicional, puede que incluso algún día lo siga, pero tampoco estoy en contra de todos los otros modelos. Lo importante es que sea mi decisión, lo que yo quiero hacer, no lo que tengo que hacer porque lo hayan hecho los demás.

Da igual que sea en un pueblo perdido de España o en la más moderna ciudad de Europa, los prejuicios, el miedo a lo diferente, siempre estará ahí. Pero no importa, los que no tenemos miedo a ser simplemente nosotros, seguiremos ahí, sin importarnos los modelos, los qué diran o lo que hagan los demás.

Como decía el gran Camilo:

Amor, has nacido libre,
tierno y salvaje
entre el valor y el miedo.

Nos leemos Impares!

By Impar

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