Viajes en el tren

Estoy sentada en el ave camino a Madrid. Viaje relámpago de ida y vuelta en el mismo día gracias al tren de alta velocidad. Voy en el vagón uno, donde normalmente va la gente de negocios, pero en esta ocasión hay un grupo heterogéneo de personas: señores de negocios que hablan fuerte por teléfono para que todos nos enteremos lo importantes que son, una familia con su niña pequeña (que por fin se ha dormido), una señora leyendo el periódico y yo, que me debato entre una cabezadita y aprovechar este hueco de tiempo para vosotros. Ha ganado la opción 2.

La semana pasada fue el día de la mujer trabajadora y quería escribir algo, pero precisamente ser tan trabajadora me lo impidió. No es una excusa, yo decidí que era más importante sacar el trabajo hacia delante, pero me hizo cuestionarme una cosa: ¿quiero ser tan trabajadora? Y es que entre los dos trabajos, las cosas de casa, la obra y la vida, hay días que solo paro cuando me voy a la cama. Y no puedo decir que sea duro, no lo es, pero sí que es agotador y que de vez en cuando me pregunto que cómo sería la vida de mujer adorno o florero, que lo mismo bien planteada no está tan mal.

Es cierto, que sobre todo en estos cinco últimos años, he conseguido grandes cosas: formar una familia, construir un hogar (ya casi casi está), montar Youforget.me, ascender en mi otro trabajo, escribir un libro, sacarme el C1 de inglés… y aprender infinidad de cosas, así que supongo que ser tan trabajadora ha tenido su recompensa. Pero también ha sido agotador el nivel de autoexigencia que yo solita me he impuesto para llegar hasta aquí. Y eso no compensa en absoluto.

Si algo he aprendido desde que tengo puestos de responsabilidad, en mis dos trabajos, es que a una mujer siempre se le exige que demuestre que vale, que sirve para estar ahí. Y esta demostración es doble, una impuesta por la sociedad y otra auto impuesta por nosotras. Porque desde que hay planes de igualdad, cuotas etc…(necesarios en mi opinión) cualquier ascenso es cuestionado por los demás, ¿realmente se lo merece o es por ser mujer?, pero sobre todo es cuestionado por nosotras mismas. ¿me merezco estar ahí? ¿tengo las suficientes cualidades para este puesto?

Y la respuesta es que sí, te lo mereces. Lo mismo que se lo han merecido multitud de hombres inútiles, poco cualificados profesionalmente y faltos de ética y ha dado igual. Y lo peor, sigue dando igual. ¿Por qué ahora entonces tenemos que demostrar que merecemos un puesto solo por ser mujer? ¿Por qué nos autoexigimos tanto? ¿Por qué tenemos que compararnos?

En el libro que estoy leyendo ahora “Tu éxito es inevitable” de Maïté Issa, explican que las mujeres siempre hemos luchado entre nosotras, porque durante siglos, en un mundo donde estábamos desprotegidas frente a la ley, la religión, la sociedad, donde te podían matar por adúltera, bruja, no podías decidir si trabajar o cómo gestionar tu dinero (si lo tenías), gustar era nuestra única vía de supervivencia. Ser la más guapa, la más agradable o hacendosa, se convertía en nuestra arma para tener seguridad o estar protegidas. Y eso ha seguido perdurando hasta ahora, hasta tal punto que nos seguimos cuestionando si somos o no suficientes y rivalizamos entre nosotras.

Y en ese cuestionamiento interminable, llegamos exhaustas hasta nuestro límite. Y de eso es de lo que estoy agotada. Así que ahora solo soy mujer trabajadora, para demostrarme cosas a mí misma, pero no que puedo o que merezco un puesto. Lucho para ser mejor persona, para cuidarme y mimarme un poco más por dentro y por fuera, para hacer mejor las cosas y llegar a los objetivos que me he propuesto, para disfrutar más de la gente a la que quiero. Sin comparaciones ni justificaciones, porque soy maravillosa tal y como soy y porque no tengo que hacer nada que no quiera, solo elegir lo que me acerca a mis metas y disfrutar del camino. Pero esto, me lo tengo que repetir todos los días, porque mi lado autoexigente, el que quiere demostrarle a los demás que vale… quiere salir a jugar continuamente y cuesta callarlo. ¿A qué sí?

Así que este viaje en el ave, va dedicado a todas las mujer de mi vida, las que conozco y las que no pero me han influido e inspirado en el algún momento. Mi madre, mis tías, mis abuelas, mis primas, mis cuñadas, mis amigas y mis compañeras de trabajo. Nos merecemos todo lo bueno que nos pasa, todas las cosas que hemos conseguido y las que conseguiremos.

Y a Daniela y mis sobrinas: Celia, Rebe, Ariadna y Andrea solo les deseo que vivan libres de tener que demostrar y solo pendientes de ser lo que ellas quieran ser.

Nos leemos Impares

By Impar

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.