¿La suerte nace o se hace?

Nuria Parte A

Nuria llegaba tarde. Casi no había pegado ojo en toda la noche y justo cuando empezaba a conciliar el sueño, sonó el despertador. Se metió en la ducha justo después de chocarse con el marco de la puerta y maldijo en todos los idiomas que conocía, que no eran muchos porque seguro que volvía a suspender el odioso inglés, “¿para qué narices necesito más idiomas si cuando hablo en el mío nadie me entiende?”, se preguntó. En mitad de la ducha y con el pelo lleno de espuma se acabó el agua caliente. Seguro que su hermano estaba en el otro baño robando su agua, siempre le hacía lo mismo.

Terminó de ducharse, se vistió y se tomó un café con leche. Nunca comía nada sólido si después tenía un examen, por si le daban ganas de potar, era una manía que tenía desde el instituto. Iba tarde, pero sus ojeras y su cara necesitaban un arreglo, así que se maquilló, se recogió como puedo el pelo aún mojado y se fue directa al metro. Como no, las puertas del vagón cerraron antes de que ella pudiera entrar y tuvo que esperar 5 minutos que se le hicieron eternos. Cuando llegó el siguiente, estaba tan lleno que no había sitio para sentarse y poder sacar los apuntes para repasar. Para colmo escuchó como una señora mayor decía algo de que con el pelo mojado iba a coger una pulmonía, la gente mayor y su manía de meterse en todo. A mitad de camino se acordó que se había dejado su bolígrafo de la suerte en casa. Ahora sí que estaba abocada al fracaso, “Joder, tanto estudiar para esto”.

Buscó en su bolso y por suerte tenía otro bolígrafo. Repasó que estuvieran el resto de las cosas, calculadora, identificación, la pistola para pegarse un tiro si le salía mal… Llegó al aula justo cuando estaban empezando a llamar a los convocados al examen. Sintió ganas de vomitar. Aún así llegó a su asiento, escuchó las instrucciones del examen y cuando las letras dejaron de bailar en el papel, empezó a contestar.

 

Nuria Parte B

Nuria se despertó dos minutos antes de que sonara el despertador. Hoy era el día del examen y había madrugado un poco más de lo habitual para no ir con prisa. Se levantó cuando todos estaban aún en la cama, se duchó, se secó el pelo y preparó el desayuno. Tenía por delante un examen de 4 horas y tenía que estar a tope. Mientras se arreglaba en la radio sonó una canción que siempre la hacía sonreír “The greatest” y se alegró de haber dedicado tiempo a estudiar inglés y poder pillar de vez en cuando algo de lo que decía la letra. Cuando terminó se miró en el espejo y le gustó el resultado, hoy necesitaba sentirse exactamente eso, la mejor.

Revisó que llevara todo lo necesario para su examen y se fue caminando hacia la parada del metro. Este año lo iba a conseguir, estaba segura. En el metro fue todo el rato de pie tarareando la canción de la radio. Escuchó como una señora mayor decía que daba alegría ver a la gente joven sonriendo y pensó que era un buen presagio. Llegó pronto al examen, se sentó en el sitio de su número, respiró y eliminó todo lo que había a su alrededor. Era su momento y estaba dispuesta a aprovecharlo.

Dejo abierto el debate. Sin duda la mala suerte existe, pero ¿hasta qué punto depende o no de nosotros?

 

By Impar

1 Comment

  1. Sara

    Está claro, la actitud positiva atrae cosas buenas o “suerte”. ¡¡Pero a ratos somos nuestro peor enemigo!!

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