Yo tengo un padre impar, más que impar, singular y único. Un padre que me llena de orgullo cada vez que dice: mi hija, mi chiquitina, mi tata. Un padre que usa todos los posesivos (esos que ahora están tan mal vistos por el feminismo y que dicen que favorece el patriarcado) cuando habla de mi, un padre que me dio todo el amor, cariño, herramientas y oportunidades que pudo para que yo fuera independiente, libre y feliz.

Dicen que he sacado de él su carácter, su paciencia, su forma de tratar a la gente, su modestia y el arte de pasar de todos y todo, porque sí, es un arte. Físicamente, también la forma  y musculatura de mi cuerpo se la debo a él, aunque él la ejercita mas y tiene mucha más fuerza y velocidad que yo. Por supuesto, como la genética es caprichosa, también me ha tocado la propensión a las canas y no sus ojos azules-verdes, según la luz, pero no importa porque mi pelazo también es cosa suya.

De todas las cosas que he aprendido de él, la más útil y la que más paz me traído en mi vida es la de solo preocuparme por cosas importantes y no centrarme en cosas y personas del pasado o cosas y personas que no dependen de mi. Os dejo este consejo a todos de parte de mi padre singular, ocuparos solo de las cosas que podéis cambiar, en las que podéis actuar, el resto es asunto de otro. Desde ya os digo, que aplicar esto favorece el sueño y el descanso más que cualquier colchón Lomonaco y además evita arrugas.

Papá, ¿qué decirte que no sepas ya? Gracias por no pretender que sea algo que no soy, por no esperar que sepa coser ni que sea buena conductora (la mayor parte del tiempo lo soy), por aguantar todas las veces que te regaño cuando te comes algo que no debes, por haberme ayudado a ser lo que soy, por enseñarme a conseguir todo lo que tengo, por estar siempre ahí con una solución.

Te quiero,

tu hija Impar.