Con brackets y a lo loco – Capítulo 2

Hace un par de semanas os conté en Con brackets y a lo loco – Capítulo 1 que había pasado 15 años sin visitar un dentista. Después de una tremenda regañiña vía WhatsApp (emoticonos incluidos) por una de mis mejores amigas, quiero dejar clara una cosa: es muy importante revisar nuestros dientes al menos una vez al año y es imperdonable que yo no lo hiciera antes. Tengo una justificación no obstante: hace 15 años fui a que me hicieran una limpieza a una de esas clínicas que son franquicia y la verdad es que me dolió tanto y me pareció tan desagradable que le cogí un poco de miedo y tirria a ir al dentista. De todas formas quiero que sepáis que para la salud no deben de existir excusas y que más vale prevenir que curar, así que no lo dejéis. Yo ya he aprendido la lección.

Una vez aclarado, os dejo con mi bracket-diario:

Día 0: Llueve, aunque en las últimas dos semanas todos los días lo hace, pero el caso es que el día es muy gris. Llego asustada a la consulta y contra, de todas las veces que he ido, es la primera que no me hacen esperar. Las palabras cordiales de rigor y al ver mi cara de descomposición, me explican lo que me van a hacer, que me van a colocar los brackets de la zona superior y comenzamos. No duele, molesta mucho el chisme ese que te ponen para tener la boca abierta, pero no duele. El ortodoncista y la ayudante cotillean de otras personas y el drama ajeno me hace relajarme. Acaban y me toca elegir el color de las gomas, como si estuviéramos en un muestrario de telas, obviamente escojo las más discretas, las grises, aunque tirando de simpatía les digo que para el mes que viene me pongan las rojas para ir a juego con el traje de flamenca.

Nota aclaratoria: Me he puesto los brackets metálicos de toda la vida. Hay personas que me han recomendado usar los estéticos, pero he optado por los normales porque suponían estar menos tiempo con ellos (como medio año) y por el mantenimiento de los mismos.  Pero básicamente lo que pasó fue que tuve un ataque de valentía y pensé que tenía la suficiente personalidad como para asumirlos durante dos años.

Cuando mi ortoncista italiano termina de colocarlo todo, me planta un espejo delante, como el de las peluquerías cuando acaban el peinado y quieren que veas lo guapa que estás. El primer choque con la realidad no es muy malo visualmente, pero lo de saber colocar bien la boca y hablar sin parecer tonta es más complicado. Aunque sin duda, lo realmente duro comienza cuando me enumera todas las cosas que no debo comer: nada de cosas duras como frutos secos, nada de bocadillos (cosa que ya tenía en mente), nada de manzanas a mordiscos aunque tengo vía libre para los plátanos, nada de aceitunas con hueso (ouch!!), nada de espinacas o acelgas porque se enrollan en los brackets (bien!!) y tampoco era muy recomendable comer jamón con mucho tocino, porque el tocino también se liaba. Aquí, tengo que respirar y  hacer un gran ejercicio de contención para no decirle, “Pero bueno, si el tocino es la parte más rica del jamón, ¿cómo me la vas a quitar? ¿qué sabrá un italiano de jamón serrano del bueno si ellos sólo comen prosciutto, el choped de los jamones?”.

Con esa lista en mente, unos cuantos mini cepillos para la parte de dentro de los hierros y cera por si me molestan mucho, llego a mi casa y cómo si me hubiera hecho un gran corte de pelo comienzo a enviar fotos a mi familia y amigos más allegados. Soy plenamente consciente de que me van a mentir y diran que estoy guapa, pero lo que escucho es “no está mal” o “no estás tan mal”, que es como decir “que gracioso” cuando alguna madre te presenta a su hijo feo o muy feo y tú tienes que salir del paso. Aún así, como creo que la solución para casi todas las cosas en la vida es actuar con normalidad y no dejar nunca de hacer la cosas que te gustan, me voy a mi clase de yoga con mi boquita cerrada. Regreso, me hago una sopa para cenar, me quito los fideos de entre los hierros y a la cama.

Con brackets y a lo loco
LionFive / Pisaba

Día 1: El día después de, comienza muy mal, al despertarme me duele toda la boca y de paso la cabeza. Aún así intentando hacer vida normal y pruebo suerte con una tostada. Los dos primeros intentos de comerla en plan normal creí que se me caían los dientes, así que me rendí y me la comí al modo niña de 2 años. El chisme metálico es un incordio, mis labios no obedecen mis normas de colocación y sólo puedo pensar en cómo va a ser mi expresión facial cuando tenga puestos también los hierros de abajo. Para comer y cenar opto por cosas trituradas directamente. El picoteo entre comidas, pasa también a mejor vida. Descanse en paz.

Día 2: El día en el que te ven tus compañeros de trabajo. Absolutamente todos los que no saben que me iba a poner brackets y tienen que hablar conmigo se dan cuenta de mi triste realidad y por supuesto todos ellos o bien tienen mucho peor la boca que yo y me la enseñaban (no sé si con eso pretenden darme ánimo o hundirme en la miseria) o lo han pasado mucho peor con sus brackets y demás elementos de tortura dental. Me da vergüenza sonreír y los dientes siguen doliendo.

Días 3 y 4: Los colmillos me duelen bastante. Si me estoy transformando en vampiro, quiero como mínimo a un macizo como el de Crepúsculo para convertirme, tener un super poder como parar el tiempo o algo así, y como retoque físico (porque los humanos de los libros al convertirse en vampiros se volvían mas guapos y atractivos) tener la tetas lo más simétricas posibles.

Días 5 y 6: Me sigue doliendo algún diente, pero soy una mujer valiente y me arriesgo con una tostada bien crujientita con aguacate y trocitos pequeños de jamón, por supuesto sin tocino. También sonrío mucho más y con mucha más frecuencia, así todo es más fácil, aunque al hablar tengo la sensación de parecer tonta.

Conclusión de la primera semana: ha sido más dura de lo que pensaba que iba a ser. Hasta que no puedes hacer ciertas cosas, no las echas de menos y el otro día por ejemplo me dio antojo de pistachos y fue una putada decirme a mi misma que no. La parte buena es que he conseguido eliminar los picoteos entre comidas y de forma automática comes sano, ya que la verdura y la fruta es lo más susceptible de estar blandito y ser triturado.

Psicológicamente lo llevo bien, tengo asumido que esto es una inversión en mi salud y que voy a quedar preciosa, pero me ha dado cierta vergüenza y supongo que me seguirá dando en ciertas ocasiones. ¿Significa eso que soy una persona presumida, frívola o acomplejada? No, bueno presumida sí, pero sigo haciendo mi vida tal cual la hacía antes, aunque esa sensación de querer gustar en el fondo siempre está ahí y me alegro de que salga ahora para poder combatirla. Creo que esta experiencia va darme aún más seguridad y me va a permitir probarme a mi misma muchas cosas. Así que, tocino de jamón aparte, voy a intentar quedarme con todo lo positivo de esta aventura.

El mes que viene os cuento que tal me he ido acostumbrando con la parte de arriba y la colocación de la parte de abajo. Si queréis estar al día de mis aventuras ortodóncicas y no perderos ninguna, seguirme en mis redes sociales y suscribiros al blog!

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By Impar

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